A menos de un mes de mi cumpleaños, mi marido se me presentó a casa con el objetivo, completamente en sorpresa, y tanta, porque llevaba tiempo poniéndome impedimentos para poder comprármelo. Al final, el objetivo era evitar que yo me lo comprase para que él lo hiciera.
Me quedé completamente helada al abrir la caja y lo siguiente: llorar a lágrima tendida. Mi marido sabía que me iba a sorprender, pero nunca que fuese tanto.
En cuanto Pablo llegó de la guarde, lo primero que hicimos fue darle un pompero y los tres al lavadero a estrenar el objetivo.
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